Ayer fui a dar la vuelta al río, que tantas veces he ido a lo largo de mi vida, y viví el paseo de una forma muy especial. Muy única, cómo si fuese la primera vez que lo veía todo.
Lo estaba (re)mirando todo con una mirada nueva y lo estaba (re)conociendo todo por primera vez (aún habiendo pasado por allí cantidad de veces).
Cuando creemos saber lo que vemos entonces dejamos de mirar. Y eso es una lástima porque nos perdemos mucho dejándonos llevar por ese ‘creer saber’, y no nos damos la oportunidad de dejarnos sorprender.
Heráclito decía que no te puedes bañar dos veces en el mismo río, ya que el río fluye y deja de ser el mismo en cada instante. Y a nosotrxs nos pasa más de lo mismo.
Nuestra mirada también cambia en cada instante y podemos (re)mirar, una y otra vez, lo que nos rodea de una forma distinta. Todo recae en cómo miramos: cómo si fuese la primera vez que vemos algo o creyéndonos que sabemos lo que estamos viendo.
Y dándonos la oportunidad de mirar y volver a mirar comprender que la belleza (cómo decía Óscar Wilde) está en los ojos de quien mira, y no en lo que se mira.

