Vida y Muerte

Esta semana, en cuestión de horas de diferencia, recibí dos noticias aparentemente antagónicas:

La primera fue el nacimiento de la sobrina de una amiga. Estaba con ella cuando vió la cara de la pequeña y fue una experiencia maravillosa. Sentí tanto gozo al ver el reflejo de la foto en su mirada y su sonrisa de oreja a oreja. Fue un momento precioso en el que me alegré profundamente por ella y toda su familia. Puro amor compartido, vamos.

Y la segunda notícia fue la muerte del padre de otra amiga. Cuando lo supe sentí ese rebolcón en las entrañas que sólo te lo da la muerte cuando te toca de cerca, a tus seres queridos. Sentí tristeza al ponerme en la piel de mi amiga y en no querer que sufra y pase por algo así. Dejar ir a uno de tus padres es una de las mayores proezas que tenemos que hacer en esta vida.  Curiosamente, cuando deje pasar la nube de la tristeza vinieron las nubes de la gratitud y el amor. Me sentí muy agradecida de que mi amiga haya podido disfrutar de todos estos años al lado de su padre, de que se hayan conocido, y de que su padre haya podido llegar a conocer a su hijo. Se han tenido el uno al otro, han vivido mucho juntos y se han amado. Puro amor compartido, vamos.

Para mí, la vida y muerte están cada vez más relacionadas y las vivo como si fuesen dos caras de la misma moneda. Ambas nos dan la oportunidad de estar agradecidos a nuestros seres queridos, tanto si llegan como si se van, por estar en nuestras vidas. Ambas nos enseñan a amar, aún cuando no han nacido y aún más cuando se han ido. Ambas nos muestran algo que ya sabemos: somos efímeros, llegamos y nos vamos, y entre medias nos encontramos y nos amamos. Y esto es puro amor y es para celebrarlo.

Vida y muerte. Muerte y vida. Parece que van de la mano, no?